La anorexia psíquica consiste en un rechazo persistente a comer, con la inquebrantable voluntad de perder peso. No comer, comer poco o sólo aquello que menos calorías aporta, hacer ejercicio y, en general, vivir pendiente, prácticamente de forma exclusiva, de evitar ingestión de alimentos.

Se está observando un incremento alarmante de los trastornos relacionados con la comida en general y con la anorexia en particular. La explicación de tal fenómeno la podemos encontrar en aspectos vinculados a la valoración social que premia las formas delgadas. Gran cantidad de adolescentes viven pendientes de su figura, del diámetro de sus muslos y pantorrillas, o de la inadecuada distribución de su adiposidad.

A veces, madres preocupadas en exceso de la figura de sus hijos los incitan a efectuar regímenes alimenticios de forma precoz, a los 12 o 13 años; para conseguirlo pueden llegar a incurrir en el grave error de ridiculizar su figura y su aspecto físico.

En alguna medida un buen grupo de jóvenes tienen en algún momento en su adolescencia signos semejantes a la anorexia psíquica, aunque no lleguen a presentar la sintomatología clínica de este grave trastorno.

Diagnóstico de la anorexia nerviosa

A pesar de la extraordinaria complejidad de las causas y de cómo se llega a manifestar la anorexia, sus propias manifestaciones clínicas y su evolución se han encontrado una série de características comunes a la Asociación Americana de Psiquiatría, ha establecido como criterios para el diagnóstico de la anorexia nerviosa. Son los siguientes:

  • Intenso temor a hacerse obeso, que no disminuye a medida que desciende el peso.
  • Trastorno de la imagen corporal, por ejemplo, afirmar que se «siente grueso» aunque esté demacrado.
  • Pérdida de peso de hasta un 15 o 25% del peso corporal original; o, si se halla por debajo de los 18 años, pérdida del peso a partir del peso corporal original más el aumento de peso esperable, según las tablas de crecimiento, hasta constituir el 15-25%.
  • Negativa  a mantener el peso corporal por encima de un peso mínimo normal para la edad y la altura.
  • No existe enfermedad orgánica como una gripe, un cáncer, o cualquier enfermedad que conlleve la pérdida de apetito.

Manifestaciones clínicas de la anorexia nerviosa

La anorexia nerviosa constituye una cuadro muy complejo en el que inciden, interactuando permanentemente entre sí, factores de todo orden. La negativa a comer acaba produciendo modificaciones en todas las áreas de la existencia de la enferma anoréxica. Esta actitud se inicia en una serie de pensamientos acerca del exceso de peso o deseo de estar más delgada lo que afecta a las emociones y sentimientos, y desemboca en un determinado comportamiento; esta actitud repercute en su relación con la familia, amigos, etc. y finalmente acaba produciendo graves alteraciones en el organismo.

Jóvenes entre la pubertad, la adolescencia y la primera juventud, mayoritariamente mujeres (un 95%), occidentales u occidentalizadas, pertenecientes a un nivel socioeconómico medio o alto, que habitan en sociedades tecnológicamente avanzadas, sufren una serie de distorsiones del pensamiento respecto de su cuerpo y de la valoración estética del mismo. Muchas mujeres tienen pensamientos del tipo «no me gusta estar gorda», «debo adelgazar para gustar» o «seré muy desgraciada si no cambio mi imagen», pero sólo algunas los convierten en pensamientos repetitivos, incluso en un tema único y obsesionante. Las personas anoréxicas piensan que todo el mundo las mira cuando comen, que no podrán soportar un kilo más, o bien que sólo pueden controlarse a través de la comida, y si no controlan este aspecto no serán capaces de controlar ninguno más, entre otros muchos pensamientos distorsionados.

La primera cuestión para comprender a la anoréxica es darse cuenta de lo que piensa de sí misma: fundamentalmente no se gusta y por lo tanto no puede gustar a los demás, lo que supone una pobre autoestima. Este no aceptarse a sí misma tal como es, la lleva a no gustarle tampoco su aspecto personal más externo, su apariencia, o sea el peinado, la forma de vestir, etc. Cree carecer de control sobre su desarrollo corporal, su adecuación física y su sobrepeso.

La anoréxica sufre una alteración de la percepción interna que la hace actuar como si los estímulos internos relacionados con el hambre, la saciedad y demás sensaciones corpóreas no fueran percibidas o lo fueran de una forma anómala; por ejemplo, no interpretan las contracciones gástricas como sensación de hambre, o tener más sensación de plenitud ante las comidas. A las personas en esta situación les cuesta explicar adecuadamente sus estados físicos o emocionales, incluso sienten su cuerpo como un extraño, al que deben controlar y vencer, y una de las formas es mediante la alimentación.

Las alteraciones de la imagen corporal suponen una visión errónea de las propias dimensiones, aunque 1/3 de las anoréxicas presentan un moderado exceso de peso antes del comienzo de la enfermedad; por este motivo, la anoréxica es capaz de negar que está delgada cuando se halla ya muy por debajo de su peso normal. O sea, carece por completo de objetividad necesaria para apreciar las dimensiones de su cuerpo.

A partir de esta serie de pensamientos pasa a la acción y decide reducir la ingesta de alimentos, que al principio suele ser una dieta limitada, más o menos razonable, pero que, a medida que va excluyendo productos, suele acabar en una negativa a comer casi cualquier tipo de alimento.

Un número importante de anoréxicas padecen, de vez en cuando, un hambre desesperante que las lleva al atracón incontrolado de alimentos, a estas crisis de anorexia bulímica les siguen estados de gran ansiedad, sentimientos de culpa, desprecio por su falta de autocontrol y de odio a sí mismas; y como creen que han engordado vuelve a empeorar la autoimagen; también suelen aparecer ideas de desesperación y de suicidio. El carácter ansiógeno de esta situación se ve agravado por el carácter clandestino de la ingesta bulímica, ya que se avergüenzan de su conducta.

Los vómitos voluntarios permitan regular la ingesta desequilibrada que se ha producido tras uno de estos ataques de ingesta voraz. Pero no se utilizan solamente tras la bulimia, sino que la anoréxica aprende a usarlo tras cualquier ingesta, por pequeña que sea, ya que llega a un punto que la sensación de tener algo en el estómago les molesta; y la mejor forma de hacer desaparecer esta sensación es vaciando el estómago.

Dentro de la anorexia nerviosa hay otro grupo: la anorexia restrictiva. Casi no ingieren alimentos, su comportamiento sexual y social está más alterado, pero son menos depresivas que las enfermas con características de bulimia.

Suelen convertirse en «expertas» en temas de alimentación pues se informan de todo lo relacionado con el contenido calórico de los alimentos, las mejores dietas, los ejercicios físicos adelgazantes, etc. Es fácil que descubran las ventajas de diuréticos y laxantes. Los primeros debido a que disminuyen el peso al disminuir la retención de orina; y los segundos, porque esta mala alimentación provoca estreñimiento.

La preocupación por ingerir la menor cantidad posible de alimentos les lleva a rituales muchas veces obsesivos, como esconder la comida en los bolsillos, repartirla por el plato, almacenarla en la boca para escupirla después, etc.

Al creer que si aumentan la actividad física disminuirán de peso se dedican a dar largos paseos diarios, sesiones gimnásticas agotadoras, y cualquier sistema que les parezca que supone un mayor gasto calórico, aunque sea una actividad física muy superior a la normal, tanto en frecuencia como en intensidad, o sea, una hiperactividad.

Un comportamiento frecuente y difícilmente explicable es el exceso de dedicación al estudio que presentan gran cantidad de anoréxicas. Podría ser necesidad de demostrar autocontrol, de tener éxito o de perfeccionismo; una forma de evadirse de su ansiedad al estar preocupadas por otros temas, otra manera más de mantenerse activas, o la manera de justificar el progresivo aislamiento social.

Otra forma de aumentar el consumo energético es mediante la reducción de las horas dedicadas a dormir. Si bien al principio puede ser una decisión voluntaria, al final es el mismo estado de inanición, o los componentes depresivos de este trastorno, lo que provoca insomnio y demás alteraciones del sueño.

La alimentación es un tema básico en el cuidado de los hijos, estar bien alimentado es sinónimo de salud, la maternidad no puede separarse de la alimentación. No es extraño que la presencia de una anoréxica en la familia suponga, al principio, un aumento de la ansiedad al ver disminuir la capacidad de alimentarse, y aumenta la conflictividad a medida que se agrava el problema. La familia utiliza todo tipo de recursos para lograr que la anoréxica coma, desde el razonamiento hasta la bofetada, pasando por el chantaje o el escándalo. Esto supone que el problema de una persona se convierte en el problema de todo el grupo familiar.

En estas familias se espera con temor la hora de comer pues, obviamente, resultan los momentos más conflictivos. Por una parte se refuerzan muchos de los comportamientos anómalos de la anoréxica en el esfuerzo de hacerla comer; por otro, este ambiente se convierte en un estímulo aversivo, con la consiguiente aparición de conductas de evitación. Se producen escenas dramáticas, hay irritabilidad colectiva, manifestaciones emocionales, desorganización conductual…No está en absoluto demostrado que la familia sea la causante del cuadro anoréxico, pero no cabe duda que lo suele mantener y complicar y es posible que una madre obesa facilite un cuadro anoréxico en una hija.

Inicialmente los problemas de la anoréxica sólo se ponen de manifiesto dentro del ambiente familiar, pero a medida que pasa el tiempo se hace extensivo al ámbito social. El retraimiento social viene dado por múltiples factores: la reducción de los centros de interés, o sea, preocuparse sólo de los temas relacionados con la comida y el peso; la pobre autoimagen y autoestima; la inestabilidad emocional y de reacciones o estados represivos; la evitación de situaciones en las que se ha de comer; la ocultación del problema; el especial estado de susceptibilidad a todo tipo de comentarios sobre ella misma; etc. Cuando una persona no se relaciona o lo hace con comportamientos más o menos problemáticos puede sentirse rechazada o marginada, en el caso de la anoréxica esto todavía empeorará más su autoimagen.

Cuando se trata de mujeres que tenían interés sexual, éste está disminuido o anulado.

Los pensamientos y comportamientos descritos hasta aquí se acompañan de unos cambios emocionales y afectivos, que podrían resumirse en dolor y sufrimiento.

El estado emocional que acompaña todo el proceso desde sus inicios es la ansiedad. Existe una ansiedad difusa ante las múltiples situaciones más o menos angustiantes que acompañan al devenir de la anoréxica: amenaza de descontrol, presión familiar, temor a enfermar o morir, etc; y una ansiedad más focalizada en el problema fundamental: la fobia al sobrepeso, real o supuesto.

Cuando se evalúa negativamente el propio cuerpo, desde un punto de vista estético, se genera una ansiedad que lo hace convertir en un elemento fóbico: el desagrado por el volumen/tamaño se materializa en el peso, y éste acaba convirtiéndose en el estímulo fóbico que es posible evitar o huir.

La sintomatología depresiva (autoestima baja, insomnio, llanto, tristeza, retraimiento social, etcétera) está presente en la práctica totalidad de las anoréxicas. En la mayoría de enfermas ya existían síntomas depresivos antes de declararse la enfermedad; parte de ellas responde positivamente a las pruebas biológicas que constatan la depresión; y en ocasiones, se detectan antecedentes familiares de depresión.

Todo lo expuesto hasta aquí acompaña o tiene una repercusión en los cambios biológicos que se presentan en la mujer anoréxica. Tal como pretende la enferma, la primera manifestación es la disminución de tejido adiposo y muscular, con pérdidas ponderables por lo menos de un 25% del peso inicial, que en casos extremos puede llegar al 50%; la pérdida de tejido graso exagera las prominencias óseas particularmente visibles en las zonas descubiertas y muy especialmente en la cara.

La apariencia física es la de una enferma demacrada, con el rostro marchito y envejecido; y a pesar de querer aparentar una gran energía y normalidad, con incluso hiperactividad, como hemos señalado tiene un aspecto triste. La piel aparece seca, fría, a veces de un color azulnegruzco en nariz y orejas. La piel se recubre de un vello suave. Las características proporciones corporales femeninas desaparecen con la pérdida de peso, conservándose no obstante los carácteres sexuales secundarios aún cuando puede aparecer una moderada involución mamaria.

La anorexia mental, en su fase final, somáticamente presenta desnutrición con alteraciones tróficas y trastornos vegetativos periféricos muy acusados (taquicardia, hipotermia), que evolucionarán hacia un estado comatoso. Desde el punto de vista físico, los síntomas son: se quedan esqueléticas con la piel arrugada y deshidratada, apatía, inercia intelectual, indiferencia y, a veces, desesperación. El paciente quiere reaccionar, acusa a sus familiares de haberle dejado empeorar progresivamente, sin haber hecho uso de su autoridad y de la fuerza. Es una auténtica rebelión contra la muerte.

Teorías explicativas de la anorexia

Psicoanálisis

La anorexia es un trastorno psicosomático, de conversión. Simboliza en un síntoma orgánico un conflicto psíquico.

Neopsicoanálisis

Hablan de un conflicto familiar. Consideran 2 puntos:

  • Padres que compiten por sacrificarse por la hija.
  • Conflicto madre-hija: cuando la anoréxica mejora, la madre empeora.

Hay una negación de conflicto por parte de la familia.

Teorías sistemáticas

  • Las relaciones son tan estrechas que llegan a ahogar a sus miembros. De ello sale una actitud de protección hacia la hija.
  • Hay una no aceptación de los cambios de la vida de la hija (pasar a ser mujer) ni por parte de la hija, ni por parte de la madre.

Teorías conductuales

Explican la anorexia como reacción fóbica desencadenada por el miedo frente al estímulo del peso, que provoca ansiedad y conductas de evitación: no comer. Se ven reforzadas por:

  • Reforzamiento negativo: si no come hay menos ansiedad.
  • Reforzamiento positivo: la sociedad valora la estética de la delgadez.

Teorías sociales

Hay una valoración de belleza femenina. Actualmente es valorada la delgadez.

Otra teoría actualmente muy aceptada es que tal vez las alteraciones biológicas se localizan en la región del hipotálamo, que es una estructura del cerebro ricamente interconectada con la regulación de las motivaciones y las emociones.

Desarrollo de la enfermedad

Entre los factores predisponentes (que facilitan pero no causan directamente el trastorno) no está clara la influencia de los factores genéticos, algunos autores apuntan una posible vulnerabilidad genética, otros prefieren hablar de una determinación genética que actuaría sobre el área de la personalidad en la anorexia, y especialmente en relación con los trastornos afectivos. En este sentido los cuadros depresivos y los trastornos por ansiedad bien podrían intervenir como disposición adquirida genética y/o experiencialmente.

La búsqueda de las características de personalidad de la enferma anoréxica se encuentra con el problema de que deben inferirse a posteriori, cuando este cuadro tan desorganizador ya ha actuado. De todas formas parecen destacarse algunos rasgos como la inestabilidad emocional, la introversión, la sensibilidad al castigo y la ansiedad, y por tanto una mayor condicionabilidad determinada biológicamente.

Se han encontrado en algunos casos anomalías relacionadas con la alimentación en los primeros años de vida, aproximadamente hasta los 5 o 6 años. El hecho de presentar obesidad o sobrepeso no cabe duda que puede facilitar el inicio de dietas para rebajar peso, claro que ya se han señalado las dificultades de algunas mujeres para ser objetivas a la hora de valorar su peso y dimensiones corporales, en el sentido de sobrevalorarlo. Este factor sería especialmente en los casos de anoréxicas que presentan también crisis bulímicas.

Se señalaba anteriormente que no se ha podido encontrar una familia típica o específica de la anorexia nerviosa. Como ocurre con las características personales, es difícil conocer la situación familiar previa al desarrollo de la enfermedad. De todos modos se han podido encontrar algunos elementos fácilmente objetivables que parecen tener una fuerte incidencia. Familias en las que algunos miembros presentan trastornos o anomalías de la ingesta, tales como obesidad, anorexia, bulimia, etc. La elevada edad de los padres. Trastornos afectivos o el consumo excesivo de alcohol y/o drogas. La obesidad de la madre.

La edad, estar en la primera juventud, y el sexo, ser mujer, son altamente significativos. Prácticamente se trata de una enfermedad femenina pues se ha encontrado que más de un 95% de los enfermos son mujeres. La mayor parte de los estudios señalan como las edades más afectadas entre los 12 y los 25 años, siendo el mayor riesgo de los 14 a los 18 años. La edad y el sexo no suponen un determinante biológico, no existe ninguna conexión, sino que se ha de ver la adolescencia femenina como un fenómeno cultural y psicosocial.

La etapa adolescente supone el aprendizaje de la propia identidad y la entrada a la vida adulta, con el correspondiente aprendizaje de las pautas conductuales, cognitivas y emocionales de una persona «madura». La imagen de sí mismos la adquieren a través de los propios rendimientos y de la aprobación social de los demás, especialmente de sus coetáneos. La convivencia dentro de un grupo de jóvenes de la misma edad, que comparten los mismos criterios y valores de una misma sociedad, y los mismos medios de propagación de mensajes, les hace seguir los estereotipos que les van presentando, en este caso, la delgadez. El joven que comparte los valores de su grupo suele tener una mejor autoestima. Como en esta etapa se producen importantes modificaciones corporales, no es de extrañar que la autoimagen pase fundamentalmente por la aceptación del propio cuerpo, ello dependerá en buena medida de si coincide con los modelos sociales oficiales.

El joven siente que tiene muchos caminos delante suyo entre los que elegir (estudios, trabajo, deportes, etc.) y cree que la forma y volumen de su cuerpo también es posible modificarlo a voluntad. Como ello no es posible se siente frustrado.

Hasta hace unos años, la mayor incidencia de anorexia se daba en los estratos socio-económico-culturales medios o altos; de todos modos, hay una cierta tendencia, en las sociedades más industrializadas, a la homogeneización, a una aproximación de las diferentes incidencias en función de la clase social. Se ha considerado que la anorexia y la bulimia son lujos de una sociedad opulenta. En los lugares que escasea la comida, la obesidad se considera un signo de prestigio social indicador del potencial económico. El ideal de delgadez se encuentra en las sociedades donde no supone un problema la obtención de alimento.

Los factores socioculturales merecen una atención especial pues sin ellos prácticamente no sería posible la anorexia: sin ciertos patrones estéticos corporales leídos, observados, escuchados, difundidos, provocados e interiorizados, no tendría porqué existir la anorexia nerviosa. Estos factores están incluidos en los tres grupos que enunciamos al principio: predisponentes, precipitantes y mantenedores.

Toda la sociedad posee unos cánones que establecen el ideal de belleza, unos estereotipos y valores estéticos culturales concernientes a las dimensiones corporales femeninas. Las personas que se ajustan al modelo se sienten satisfechas de sí mismas, pero quienes difieren (en nuestra cultura, estar gordo) pueden sufrir y bajar su autoestima. Este modelo de belleza supone una presión social para todos, pero especialmente para determinado tipo de personas, como es el caso de las adolescentes.

Esta presión se realiza a través de varios caminos. Los medios de comunicación de masas (televisión, prensa, radio, vídeo, revistas, ilustradas) inundan de mensajes al ciudadano, pero generalmente con contenidos muy similares, entre ellos la belleza de la delgadez. De este deseo de ajustarse al modelo de belleza se benefician los comerciantes y productores de infinitos sistemas para adelgazar o mantener la línea. La publicidad comercial, utilizando todo tipo de medios, se encarga de tratar de convencer a las posibles usuarias de la importancia de perder peso y las maneras de conseguirlo. Ante tanta presión es difícil que las adolescentes y jóvenes no sucumban en algún momento al deseo de probar alguno de estos productos. Podría decirse que estamos viviendo en una verdadera cultura de la delgadez.

Una de las razones de que sean mujeres las receptoras de este mensaje es el papel sexual (conjunto de comportamientos, saberes, cogniciones y sentimientos) que se les asigna. Cada sociedad determina el papel femenino, al igual que también dicta el papel masculino, predominante en cada época. Para tener éxito en este rol femenino hay que estar delgada y demostrar un buen control sobre una misma, entre otras muchas cosas. Por el contrario, fracasa la mujer que sigue engordando, que no es capaz de controlar su peso, que no logra conseguir sus propósitos aunque se esfuerce, en definitiva que no gusta ni se gusta.

Para la mujer, su cuerpo es mucho más autoimagen que en el hombre el suyo. Aprende desde muy pronto a preocuparse por él, ya sea por el peinado, el vestido, el cuidado de la piel, el maquillaje, e incluso la necesidad de dedicar una atención especial al propio cuerpo debido a la menstruación. Socialmente está peor visto que una chica no se preocupe de su imagen que un chico vaya mal arreglado…

El cambio de figura se realiza de un modo más patente y radical de niña a mujer que de niño a hombre. En consecuencia, el atractivo corporal desempeña en la joven adolescente, de cara a la formación de su sentimiento de autovalía y de confianza en sí misma, un papel más decisivo que en el muchacho.

Se ha comprobado en numerosos casos la relación temporal entre la anorexia y el fallecimiento de una persona afectivamente significativa, las separaciones o la conflictividad entre los padres, el alejamiento de su hogar por parte de la paciente. En todos estos casos se da un cierto nivel de desorganización familiar.

También se ha constatado la importancia de la experimentación de relaciones sexuales concretas o aproximación a las mismas. Estas experiencias suponen al mismo tiempo un contacto social y un enfrentamiento con el propio cuerpo ante otra persona.

La vivencia de un fracaso personal a nivel de estudios, deportivos, relaciones personales, etc.

Los comentarios críticos de familiares y amigos ante un incremento rápido del peso, hecho propio de la etapa adolescente. La experimentación de cambios en la aceptación (objetiva o subjetiva) por parte del grupo de compañeros o compañeras.

Las enfermedades somáticas o los accidentes automovilísticos.

Una vez se ha precipitado la anorexia son necesarios unos factores de mantenimiento para que continúe su curso. Uno de los más importantes es la evaluación estética que la anoréxica hace de su propio cuerpo y del temor experimentado hacia el incremento de peso. No resulta fácil cambiar estas cogniciones si sigue viviendo en el mismo medio social de siempre rebosante de presiones para perder peso.

El estado de desnutrición entraña una serie de consecuencias psicológicas, que no estaban presentes en la personalidad de la preanoréxica, o en caso de estarlo se han visto potenciadas. El pensamiento alimenticio obsesivo obliga a estar en contacto con una estimulación interna aversiva. La compulsividad alimentaria aumenta el tiempo dedicado a atender la alimentación y las relaciones conflictivas con la familia. La irritabilidad, el aislamiento social y la reducción de intereses generales tiende a magnificar la importancia de los alimentos. Así mismo se observa inestabilidad emocional, déficit en la concentración, trastornos de sueño, pérdida del interés sexual.

Las relaciones dentro de la familia se modifican y se hacen conflictivas, oscilantes e incoherentes. Los padres suelen generar mucha ansiedad ante la ingesta de comida, refuerzan las conductas de rechazo del alimento, y acaban por reaccionar depresivamente, lo que todavía agrava más la situación. Por otra parte, el comportamiento de la anoréxica suele tener un fondo de necesidad de llamar la atención y manipular a las personas del entorno inmediato, y esto lo suele conseguir con su familia. Experimenta cómo, a la debilidad de sus esfuerzos (incialmente tercos e inermes) por quedarse delgada, se ha sumado, gracias a la solicitud de los demás, una fuerza que le posibilita, cada vez más, imponer sus fantasías y deseos.

Estos factores que mantienen la anorexia, formándose un círculo vicioso.

El alejamiento y retraimiento social facilita la concentración en el tema de la comida pues la anoréxica evita todas las posibilidades de distracción que le ofrece el medio social. Solamente en los casos en que, al perder peso, se sienten más aceptadas por sus compañeros, mantienen la vida social.

No todos los médicos tienen clara la gravedad de este problema y pueden a veces favorecer en su inicio la instauración del mismo. Cuando a una joven se le mitifica la importancia de adelgazar con fines estéticos, e incluso médicos, se instauran regímenes alimenticios radicales o se estimula la acción intervencionista de los padres, sobretodo la madre, recomendándole que tenga una influencia activa sobre la alimentación de su hija, se está provocando, en cierta forma, la aparición del cuadro clínico. Ciertamente nunca esta actuación será suficiente por sí misma para justificar la patología, pero sí que podrá suponer un elemento favorecedor.

Tratamiento

La evolución espontánea de la anorexia tiende a la gravedad, ya que puede conducir a una caquexia que comprometa el pronóstico vital. Existen múltiples enfoques terapéuticos pero el primer paso es tratar de solucionar las alteraciones somáticas de diversa gravedad que se han ido estableciendo, y conseguir en primer lugar reducir el desequilibrio biológico en el que se halla la paciente anoréxica. Sin este equilibrio biológico es imposible abordar un tratamiento psicológico de cualquier tipo. Aunque no existe un acuerdo sobre el tema, parece que en los casos más leves, o en el inicio del proceso es más recomendable el tratamiento ambulatorio de la anoréxica, pero a partir de determinados límites, suele ser inevitable la necesidad de hospitalización. Algunos de los criterios que se siguen para tomar esta decisión son cuando la pérdida de peso alcanza el 25%, el clima familiar es sumamente conflictivo, la presencia de ideas de suicidio o comportamientos compulsivos peligrosos.

El tratamiento de los trastornos biológicos debe dejarse en manos del especialista que se encarga del caso, pues nunca puede dejar de ser sometido a tratamiento ni intentarse solucionar de forma casera.

Evolución de la anorexia

En cuanto a la evolución puede afirmarse que existe un primer grupo de anoréxicas leves que evolucionan de forma favorable, y tras unos meses o incluso años de alteración en su alimentación recuperan sus hábitos alimenticios normales. Estos casos pueden haber sido tratados o no de forma adecuada, ya que es preciso aceptar la existencia de casos de carácter leve que remiten de forma espontánea, aunque de hecho no pueden ser considerados como verdaderas anorexias nerviosas.

La mayoría de los casos de mayor entidad precisan de forma inexorable de un tratamiento adecuado, y no siempre la terapia culmina con éxito, llegándose en algunos casos a la muerte de la anoréxica. Otros tienden a una mejoría que sin embargo no llega a ser total y deja secuelas cronificadas que impiden a la persona afectada comer de forma libre y normalizada. Existen formas cronificadas consideradas como leves en tanto no suponen ningún quebranto biológico y psicológico para la paciente; mientras otros mantienen la gravedad a lo largo de toda la vida, con alteraciones biológicas y exacerbaciones en las alteraciones psicológicas.

La anorexia psíquica es una enfermedad grave ante la que es preciso actuar pero también mantener una posición serena. La lógica reacción de alarma que suele acompañar al diagnóstico, y la constatación de la decrepitud física a la que llega la enferma, supone, la mayor parte de las veces, un mecanismo estimulador de la tensión de la paciente que agrava la sintomatología y es un impedimento para la acción terapéutica. Es preciso, pues, alejar a la anoréxica de aquellas personas que inciden negativamente en su ánimo.

Vídeo sobre la anorexia

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