En la literatura psiquiátrica, las palabras ansiedad y angustia suelen ser usadas indistintamente como sinónimos.
Los ingleses hablan de anxiety, los alemanes de angst, y españoles y franceses establecen diferencias entre estas dos palabras, alegando que en la angustia predominan los síntomas somáticos (una serie de cambios fisiológicos del organismo) y produce una reacción que tiende a paralizar a la persona; mientras que la ansiedad se percibe más en la esfera psíquica, resaltando el sentimiento desagradable de peligro inminente o de amenaza, predominando una reacción de inquietud motora que incita a la agitación.
Se suelen diferenciar, también, estos dos términos en que la angustia parece temer algo que puede suceder de forma imprevista, mientras que la ansiedad teme algo actual y trata de evadirse a un futuro más o menos próximo.
La persona angustiada esperaría temerosa e inmóvil toda suerte de desgracias, y la persona ansiosa actuaría incansablemente, con la idea de alcanzar lo más rápidamente posible un equilibrio satisfactorio.
Pero muchos autores consideran que ambas son actitudes introspectivas que no se diferencian más que en sutilezas. A la ansiedad también se le atribuyen manifestaciones orgánicas.
Como máximo, se puede establecer entre estos dos términos una diferencia de grado, en el sentido de que la angustia puede considerarse como un sufrimiento más intenso. En este capítulo se usarán indistintamente ambos términos.
La ansiedad es una respuesta, un estado emotivo, natural en el hombre y en cierta medida es una condición normal y comprensible e incluso deseable.
La ansiedad es sinónimo de inquietud, intranquilidad, preocupación, desasosiego ante peligros diversos; fracasos o pérdidas significativas; situaciones de incertidumbre respecto a lo que ha de pasar.
La ansiedad va asociada normalmente al crecimiento, al cambio, al hecho de experimentar algo nuevo y desconocido, de encontrar la propia identidad y significado en la vida.
Los estímulos que ponen en marcha la ansiedad no son solamente externos o ambientales, sino que también pueden ser autogenerados a partir de los archivos de los recuerdos de memoria del individuo.
Algunos ejemplos son una enfermedad física, lesión corporal, intervención quirúrgica, exámenes, hablar en público, frustración de las necesidades sociales o corporales, amenazas de castigo; separación de los seres queridos, problemas conyugales, familiares, laborales, económicos; el mismo ritmo de vida que nos impone la sociedad actual; la obsesión por el éxito y por asegurar el futuro.
Mantener el puesto de trabajo, educar a los hijos y procurar una vejez confortable no es muy diferente de la lucha que los humanos han tenido que mantener siempre para defenderse individualmente y como especie.
En este mismo sentido, la reacción de lucha o huida, caracterizada por una serie de cambios somáticos que se observan en las crisis de ansiedad, son un mecanismo de adaptación para la supervivencia.
La ansiedad es una señal de alerta que previene las amenazas y pone en marcha una serie de mecanismos para evitarlas o por lo menos disminuir sus consecuencias.
Gracias a la ansiedad se puede hacer frente a determinadas situaciones con más eficacia de la que se tendría si no se sintiera ninguna emoción especial.
Se podría clasificar como una de las emociones que hace actuar. Se ha observado que una cantidad moderada de ansiedad resulta beneficiosa para aumentar el rendimiento y la eficacia, en la medida que actúa como motivación para llevar a cabo una acción.
Cuando se ha de efectuar un examen o presentar un informe, la ansiedad va aumentando progresivamente a medida que se acerca el día; ello no sólo sirve para que se incrementen las horas de dedicación, incluso se puede resistir sin dormir la vigilia, sino también, y quizá lo más importante, es que hace pensar y llegar a conclusiones que no se habían ocurrido anteriormente.
A la «hora de la verdad» la ansiedad es máxima y resulta fácil exponer el trabajo, parece como si las ideas saliesen solas, se está muy activo y convincente.
En condiciones normales, el nivel de ansiedad alcanzado supone llegar al punto óptimo del rendimiento, pero los seres humanos tienen unas limitaciones o puede ocurrir algo inesperado o indeseable que genere más ansiedad de la necesaria; en este momento, el rendimiento baja.
En el primer caso, no es posible sobrepasar las limitaciones, sino lo aceptamos y esperamos más de uno mismo, se puede entrar en una serie de sensaciones fisiológicas y sentimientos de nerviosismo y miedo. En el cuadro se muestra la curva que relaciona ansiedad y rendimiento.
¿Qué es la ansiedad?
Antes de definir la ansiedad resulta conveniente intentar diferenciar un estado de ansiedad clínica de la ansiedad normal, asociada a una enfermedad física, y de la ansiedad sintomática de otros trastornos psicológicos o psiquiátricos, como los estados depresivos, fóbicos, obsesivo-compulsivos, confusionales, estresantes, esquizofrénicos o epilépticos, entre otros.
De hecho, se ha observado que en la consulta médica las quejas más frecuentes de los pacientes de los pacientes están relacionadas con la ansiedad.
La ansiedad es un sentimiento de temor vago e indefinido, siempre desagradable, que puede verse acompañado de sensaciones corporales.
La persona tiene conciencia de las sensaciones fisiológicas y siente que está nerviosa o asustada. Este estado genera a veces una sensación de desorganización o pérdida de control sobre el ambiente, y de dificultad para pensar con claridad. Se han establecido de ansiedad:
- La ansiedad como estado se refiere a una respuesta transitoria a una situación determinada, exámenes, entrevista laboral, visita al médico, viajes, etc. caracterizada por tensión y molestias subjetivas. Este estado, cuando es moderado, es el que permite dar energía a la conducta y hacer que las reacciones sean más efectivas.
- La ansiedad de rasgo de personalidad corresponde a una forma habitual de sentirse nervioso o ansioso, sea cual sea la situación. El individuo hace todo lo posible por evitar lo que pueda provocarle angustia, para ello experimenta una disminución de la conciencia y una pérdida de flexibilidad. Fácilmente puede acabar recurriendo a distintos sistemas para evitar esta sensación desagradable: tranquilizantes, alcohol, drogas, fumar, etc.
La ansiedad está presente en varias formas de neurosis:
- Mediante una transformación en un síntoma corporal, como la parálisis o ceguera.
- Es un objeto, como en la fobia.
- En unas ideas, como en las obsesiones.
- En unos actos, como en las compulsiones, etc.
Sin embargo, en este artículo se tratará la angustia libre, flotante, es decir, la que no se ha fijado en ninguna idea, objeto, situación o actividad concreta del individuo.
La angustia como estado de ánimo permanente o como situación establecida produce en quien la padece una situación de sufrimiento inespecífico pero intenso, la falta de una conexión concreta en este caso aumenta la sensación de desamparo o desconcierto.
¿Por qué me siento así? ¿Qué hacer para aliviarme? Estas preguntas sin respuesta del sujeto tienden a aumentar su angustia y a establecer un círculo vicioso del que resulta cada vez más difícil escapar.
Los límites de la normalidad
Uno de los problemas respecto la ansiedad, como casi todos los temas psicológicos, es establecer los límites de la normalidad.
Los cambios de conducta durante la ansiedad están situados a lo largo de una dimensión, desde los que son beneficiosos para quien los vive hasta los que desorganizan completamente la conducta; el punto de inflexión es muy subjetivo y depende de las vivencias del sujeto, sobretodo de su percepción de sentirse mal y de haber perdido el estado de bienestar.
En principio, si se experimenta ansiedad sólo en determinadas situaciones, más o menos esporádicas, que incluso puede resultar útil para superarlas, se considera que se trata de algo normal.
El trastorno se inicia cuando la ansiedad se repite con tanta frecuencia que se convierte casi en constante impide pensar y actuar eficazmente, interfiere en la vida del individuo y dificulta el desarrollo de sus emociones; tiene preocupaciones e inquietudes desmesuradas en situaciones irrelevantes; los peligros que percibe que le amenazan están fuera de toda lógica común, o bien, reacciona desmesuradamente ante estímulos que normalmente producen indiferencia o una muy discreta respuesta ansiosas antes de iniciar un viaje de avión, pero no lo es cuando una experimenta ansiedad aguda al mirar algo que representa la imagen de un avión.
El extremo opuesto es igualmente patológico, aunque no es el tema de este apartado, se ha de señalar que la ausencia de ansiedad, o niveles muy por debajo de los normales, supone también un quebranto de la estructura psíquica y da lugar a alteraciones de comportamiento. Este trastorno corresponde a la personalidad antisocial o sociópata. Los individuos con este tipo de personalidad